Sendero de los Gabrieles

Iniciamos el itinerario apartándonos de la carretera que conduce a Cañaveral de León junto al puente de Rivera de los Huertos. El sendero se aparta a la izquierda paralelo al arroyo que riega las huertas de Mari Prado. Aguas abajo y a la izquierda del cauce se van sucediendo huertos familiares dedicados en su mayoría al autoabastecimiento, no faltando árboles frutales como higueras, granados y nogales. El lecho calizo del arroyo apenas ofrece resistencia al horadar continuo de la corriente y adopta formas caprichosas. En breve se alcanza un vado con unas piedras hormigonadas pasaderas que ayudan a cruzar al lado puesto. Ahora entre dos muros de piedra y algunas viviendas tradicionales arribamos a un remonte con una encrucijada de caminos tomando el de la izquierda, descendente en la misma dirección que el arroyo. Desde este nivel superior se observa un rodal de álamo negro y los restos de un antiguo molino hidráulico de rodezno. Hay que vadear un pequeño arroyo procedente del barranco de la Fresnera antes de decir adiós a estos enclaves ribereños y comenzar la ascensión por el camino empedrado hasta la parte más alta de la sierra. En este momento entramos en un entorno mucho más húmedo, se trata de una vaguada de umbría en la que la dehesa de encinas se ve sustituida por grandes ejemplares de alcornoques, quejigos y arbustos como el
durillo y el madroño. En el empiedro del camino como es normal en tramos de más pendiente, aparecen aliviaderos transversales que ayudan a evacuar el agua y que ésta no rompa el trazado. Mientras, en la parte más alta va a hacerse presente un olivar marginal, sin embargo, los bordes del camino mantienen sobre sus paredes un abundante matorral de lentisco, torvisco, matagallos y mirto que llega a formar una auténtica bóveda verde que añade frescor a la ascensión.

En el punto más elevado del recorrido aparece una pequeña puerta de alambre que hay que abrir y cerrar a nuestro paso, nos encontramos a 700 metros de altitud y ante nuestra vista se abre una amplia panorámica de toda la Nava que se extiende en la parte más baja. Es un buen momento para descansar en un banco habilitado para tal efecto y con una poco de suerte descubrir algunas de las rapaces que moran en estas alturas como el águila culebrera europea o el milano real. Nos encontramos en las cresta de la sierra que trae esa dirección transversal NO-SE y que por erosión diferencial de las pizarras que la forman en un entorno mucho más vulnerable a los agentes como son las dolomías y calizas, hacen que resalten estos farallones pizarrosos dominantes en el paisaje.

De vuelta al sendero claramente descendente y en zig-zag, el matorral se vuelve más termófilo, de solana diferente al que aparecía en la otra vertiente y predomina la jara de estepa, la coscoja y el romero con una escasa cobertura arbórea. Ya en la parte más baja aparece una dehesa de encinas con abundante pastizal que se extiende a lo largo de estos llanos y navas entre sierras. En las inmediaciones de la cortijada de los Llanos de la Nava aparece una cancela de madera que cruzaremos. En primavera, estos extensos prados se llenan de viboreras, dientes de león y otra plantas espontáneas que dan alegría y colorido al tapiz del suelo de la dehesa.

Dejando el cortijo ganadero que queda a nuestra derecha y cerrando los portillos de las cercas, enlazaremos con la carretera, pero sólo levemente ya que el discurrir continúa por el camino de tierra que surge a la izquierda y que se adentra en los llanos en dirección a la falda sur de la sierra de la Nava.

Aquí os dejamos el enlace con el tríptico del sendero.